La imagen y la verdad.
Se puede describir rápidamente como una imagen a aquello que es capaz de ser percibido con la vista e integrado a la reconstrucción de lo real, lo que transcurre y se actualiza. Si bien se trata de un fenómeno mucho más complejo en las formas de construcciones históricas y políticas de la cultura, en la actualidad, la cultura de la vista radica principalmente en la fuerte industria audiovisual que repara en representaciones estelares e inmediatas para producir subjetividades que sirven como engranaje (mano de obra) dentro de los ejes del mercado. Estas representaciones se asumen en deseos e intenciones prescindibles para el desarrollo civil. Delimitan toda potencialidad transformadora en los márgenes de la rentabilidad económica. En definitiva, todo aquello que alguna vez escapó de los antojos mercantiles, se redefine bajo una maquinaria normalizante, entrando en la fetichización.
Por otro lado, el avance en materia de informática dió lugar a mejores técnicas para la creación y manipulación de datos en formato de imagen. Además de ser posible medir la imagen desde otras dimensiones, por ejemplo las intenciones de un usuario que ingresa con su celular a un portal web a raíz de una imagen convocante, cargada de intenciones que le son devueltas en forma de más datos que a su vez permiten la generación de nuevas imágenes que reiniciarán de nuevo su ciclo.
Entonces, la aparición de la Data Science, que es más una relación de disciplinas ante la posibilidad de probar una hipótesis mediante el análisis de datos, eleva la discusión sobre la imagen como elemento político en la creación de discursos, sobre todo cuando la aplicación más explorada de esta nueva Ciencia de Datos, se orienta al marketing de cualquier ámbito de la sociedad de consumo tomando a la imagen como el conjunto simbólico preferido para aumentar el volumen de ventas.
Si la política es referida como "el arte de lo posible", entonces ¿qué es lo posible en el arte?